En 1942, Marie Jalowicz Simon, una judía berlinesa de diecinueve años, decidió que haría lo imposible para evitar los campos de concentración. Porque muy pronto muchos supieron adónde llevaban esos trenes, supieron que al final de aquellos viajes sólo había muerte. Abandonó entonces la fábrica de Siemens donde era trabajadora forzosa, se arrancó la estrella amarilla, asumió una identidad falsa y desapareció en la ciudad. En los años siguientes, Marie se ocultó dondequiera que se le ofreciera refugio, alojándose con los más insólitos compañeros y anfitriones, desde artistas de circo y comunistas comprometidos hasta nazis furibundos. Sin embargo, como aprendió rápidamente, la compasión y la crueldad a menudo son dos caras de la misma moneda. Cincuenta años después, apenas unos meses antes de su muerte, Marie accedió a contar su historia por primera vez.