Invocando el favor de Emily Dickinson, su diosa tutelar, Claudia Luna Fuentes emprende en la presente obra una vibrante travesía por su intensa vida personal, plena de intimidad y pensamiento, poniendo de relieve a la vez que «lo más profundo es la piel» y que, en poesía, las líneas paralelas sí se tocan: en el infinito de esa red de relaciones que une a todos con todo. Así, ciertos incidentes de la vida de Emily reviven, mutatis mutandis, en los conmovedores trazos de Donde la piel, pero en ambas poetas se da un auténtico sentir de lo sagrado en lo humano, ambas sienten «que el amor es vida, y vida es inmortalidad».
José Luis Rivas