De la contemplación de esas laminillas, aún vivas en sus manos, fue abriéndose paso la idea
de una dilación entre las plantas y las palabras, entre la poesía y los tejidos vegetales, entre las
hojas de los libros y las de los árboles pues si era posible retener por mucho tiempo rastros
de la belleza de los pétalos y las hojas, también las palabras podían apresar la fragancia de las
horas cristalizadas en un poema y hacerla renacer en la lectura cuantas veces quisiera