en mi primera aproximación a estos abismos logré vislumbrar cinco grandes temas (o preocupaciones) en los que podríamos agrupar su poética:
Lo marginal. Como Jazmín nos lo advierte, sus elementos no fueron pensados en condiciones céntricas; este es un libro periférico, para leerse en las orillas. Y no sólo geográficas, sino también en la gama de sus personajes (que viven angustiados por llegar incólumes a la quincena, por alcanzar el último camión que los acerque a casa o porque su sexualidad no sea rechazada de forma violenta).
El género. Jazmín conoce muy bien las posibilidades de los géneros literarios para abordar reclamos de género. Érase más de una vez los representa de forma magistral, pues le da voz como lo hiciera Angela Carter en La cámara sangrienta a ocho princesas de los cuentos de hadas (Cenicienta, Rapunzel, Caperucita, Aurora, Ariel, Blancanieves, Bella y Alicia) para denunciar las diferentes violencias machistas de nuestros tiempos.
La dualidad. La tinta de Jazmín está hecha de azogue y le gusta garabatear los reflejos distorsionados de las dicotomías bienmal, cieloinfierno, grotescosublime, vidamuerte.
El desencanto. Cada línea transpira el hartazgo, el cansancio y el sinsentido ligottiano que asfixian tanto a la autora como a sus personajes.
El horror corporal. El miedo a la pérdida de la identidad manifestado a través de la enfermedad, la desfiguración y la muerte infecta cada una de sus páginas.
(En una segunda reflexión, todas estas preocupaciones podríamos considerarlas cualidades fantasmagóricas.) Por todo lo anterior (y en especial sobre lo que no se dice, que es donde reside el verdadero encanto del género) propongo además de leerse en las orillas que al mismo tiempo en que se abra el libro se abra un paraguas, pues no sabemos si nos enfrentaremos a una lluvia suave que apacigu¨e nuestras angustias o a una tormenta torrencial que nos hunda en el lodo.
Extracto del Prólogo Pequeñas tormentas de Miguel Lupián