Para la sensibilidad oriental ni la constancia del ser, ni la perduración de la esencia hacen a lo bello. No son ni elegantes ni bellas las cosas que persisten, subsisten o insisten. Bello no es lo que sobresale o se destaca, sino lo que se retrae o cede; bello no es lo fijo, sino lo flotante. Bellas son cosas que llevan las huellas de la nada, que contienen en si los rastros de su fin, las cosas que no son iguales a sí mismas. Bella no es la duración de un estado, sino la fugacidad de una transición. Bella no es la presencia total, sino un aquí que está recubierto de una ausencia. En su libro Shanzhai, Byung-Chul Han examinaba las nociones de original y de copia en China y Occidente, en un contrapunto que exhibía estructuras de pensamiento radicalmente diferentes. Profundizando el alcance de esa tarea comparativa, en este volumen se aborda un contraste anterior y más fundamental: mientras que en Occidente el pensamiento está siempre dominado por la figura del ser y de la esencia -Han descubre núcleos de pensamiento esencialista aun en los intentos más sostenidos por dejar atrás la metafísica, como en el caso de Heidegger, Deleuze y Derrida-, en el Lejano Oriente es la ausencia la que prima.