La vida social no es más que otro nombre para la vida pasional colectiva. Reconocer su carácter profundamente estructurado no impide entonces, todo lo contrario, retomar el problema salarial desde las pasiones, para preguntar de nuevo cómo el pequeño número de los individuos del capital consiguen poner a andar para sí mismos al gran número del trabajo, bajo qué regímenes diversos de movilización, y con la posibilidad, quizás, de conciliar hechos tan dispares como: los asalariados van al trabajo para no deteriorarse; sus placeres de consumidores compensan un poco (o mucho) sus esfuerzos laborales; algunos dilapidan su vida en el trabajo y parecen sacarle provecho; otros adhieren resueltamente al funcionamiento de su empresa y manifiestan su entusiasmo; un día los mismos se vuelcan a la revuelta (o se arrojan por la ventana).