A fines del siglo XX el país atravesó transformaciones en su estructura socioproductiva e institucional como resultado de las políticas nacionales de privatizaciones de las empresas públicas, la concesión de la explotación de los recursos naturales y la introducción de un régimen de convertibilidad de la moneda que, combinado con una apertura económica agresiva, introdujo cambios en las dinámicas territoriales con impactos de largo plazo. Las poblaciones de la región fueron impactadas en forma diversa; algunas de ellas introdujeron iniciativas de desarrollo local como modo de enfrentar la adversidad en la que se encontraba sumidas. Otras reaccionaron más tardíamente o establecieron estrategias de resistencia ante el avance del neoliberalismo. El análisis de estas experiencias constituye la base de un aprendizaje social significativo que, debidamente apropiadas, puede permitir dar respuestas cada vez más eficaces en el territorio. Muchos de los aspectos que configuraron las prácticas sociales emergentes son analizados a la luz de las perspectivas del desarrollo endógeno, enfatizando en las capacidades de los actores locales, incluyendo al territorio como un actor más, capaz de definir su propia trayectoria de desarrollo en la periferia. Las conclusiones seguramente serán significativas para los pueblos que en este proceso asuman la necesidad de construcción de Ciudadanía, valorando la dimensión política de un desarrollo sustentable.