Es probable que la relación más complicada del mundo sea la que tenemos con nuestras madres. Estamos programadas para depender de ella desde que nacemos, para recurrir a ella en momentos de angustia y, finalmente, para tomar la distancia suficiente que nos permita llevar una vida independiente. El narcisismo materno se apropia de lo que ya es en sí una relación complicada, hace un cóctel molotov con ella y lo deja caer a un abismo. Las hijas aprenden a vivir para sus madres narcisistas y suelen hacerlo a resultas del miedo. Cuando digo que aprenden a vivir para sus madres, me refiero a que aprenden lo que estas quieren de ellas e intentan adaptarse para conformar el lote perfecto. Como resultado de este condicionamiento, las hijas desarrollan una madre interior de gran toxicidad, como un veneno que se administra lentamente a lo largo del tiempo y cuyos efectos se normalizan, lo cual hace que esta madre interior se vuelva más peligrosa.»