La primera generación de psiquiatras mexicanos tenía una prioridad: realizar investigaciones y crear instituciones para "prevenir" las enfermedades mentales, proyecto que se conoció como higiene mental. Los protagonistas de esta historia son Samuel Ramírez Moreno, Leopoldo Salazar Vmiegra, Manuel Guevara Oropeza, Mathilde Rodríguez Cabo, Alfonso Milán Maldonado, Edmundo Buentello y Raúl González Enríquez. Para ellos, impulsar la prevención en el terreno psiquiátrico significó un acercamiento a las ciencias sociales y al psicoanálisis, lo cual implicó un consecuente distanciamiento de la teoría degeneracionista. Teniendo presente la relevancia de factores sociales, culturales y psicológicos en la aparición de enfermedades mentales, estos psiquiatras realizaron investigaciones sobre la toxicomanía, la infancia "anormal", la criminalidad y la-vida en las prisiones, entre otros. De manera particular, el psicoanálisis se convirtió en una herramienta clave para comprender el comportamiento de los delincuentes. Sin embargo, la higiene mental no se limitó a la investigación, los psiquiatras en cuestión se vincularon a diferentes instancias del Estado como el Departamento de Previsión Social, el Tribunal de Menores Infractores, el Consejo Psiquiátrico de Toxicomanías e Higiene Mental y la Secretaría de Educación Pública. Desde esta última se creó el proyecto más consolidado para la detección y corrección de los niños "problema": las clínicas de la conducta. Así, la higiene mental además de diseñar políticas e instituciones para prevenir la locura, fue una herramienta de control social para definir qué debía ser considerado como "normal" y "anormal" en el comportamiento de los mexicanos.