¡Inmortalidad para todos!, ¡Nuestra tarea es la resurrección de los muertos!, ¡La sociedad comunista debe ser también interplanetaria!. Aquí tenemos algunas consignas que sintetizan el programa de acción que nucleó a fines del siglo XIX y principios del siglo XX a un movimiento heterogéneo integrado por anarquistas radicales, activistas revolucionarios, poetas afines a lo oculto, filósofos, novelistas utópicos, científicos y pioneros de la astronáutica. Se trataba de un círculo de autores rusos para los que todos males como la desigualdad, la injusticia y el sufrimiento, tenían su raíz en un problema mayor: la muerte, un lujo innecesario que se podría evitar mediante el mejoramiento tecnológico de la naturaleza. Según los principios cosmistas, los seres humanos debían dejar atrás sus diferencias y organizar sus esfuerzos detrás de este objetivo común, al que seguiría uno no menos ambicioso: la interplanetariedad. Una vez superados los límites temporales de la vida, estaríamos listos para romper nuestras ataduras espaciales y diseminar la revolución por todo el universo.
Estos textos, condenados al olvido durante años y a los que podemos acceder por primera vez en lengua castellana con traducción directa del ruso, sorprenden tanto por la audacia de sus planteos como por las inesperadas resonancias que tienen en el presente. Gran parte de los proyectos del cosmismo se reflejan en la agenda de los titanes de Silicon Valley que financian programas para revertir el envejecimiento celular o implementar la criogenia y en corrientes de pensamiento tan actuales como el posthumanismo o el ciberfeminismo, para las cuales también el cuerpo es un dispositivo plástico que podemos modificar a los efectos de superar sus límites. Incluso el temor del primer cosmista, Fiódorov, a que los millonarios pudieran infectar a otros planetas con su explotación extractivista parece materializarse en la privatización de la carrera espacial operada por Elon Musk y Jeff Bezos. En este escenario, recuperar la tradición del cosmismo ruso puede servirnos para recrear hoy esa confluencia tan necesaria entre desarrollo tecnocientífico y políticas emancipatorias.