Repetir el gesto deleuzo-guattariano puede tener varios sentidos. Tomárselo en serio o en juego, en este caso hace y no hace la diferencia, ya que seriedad y juego se pretenden de la mano. Haber dado por título a este ambicioso proyecto en dúo Capitalismo maquínico y revolución molecular es entonces un gesto evocativo fuerte, como lo es también la apuesta estilística, las máscaras de alianza, pero también el amor filiativo explícito (Para Toni [Negri], con amor).
Uno esperaría que en este último volumen Gerald Raunig nos ofrezca un cierre. Pero eso sería una traición. Desamblaje, justamente, es una palabra sin cierre, es un ensayo sobre esa zona de junta, articulación, fisura y costura, brecha y vínculo, intersticio.
Investigación y experimento sobre aquel espacio desobediente antes de la junta, donde se rebela la multiplicidad dividual, Desamblaje es una empresa que requiere de una florida constelación de conceptos, y de un recorrido minucioso, informado -y también fabulado- por distintas experiencias que enrolan cierta manera de ser-en-devenir.
Siendo literales, el recorrido es un viaje: desde un dispositivo colectivo de traducción andalusí y el misticismo queer de la Edad Media, pasando por Hamlet (y la Máquinahamlet), por el canto desterritorializado de las voces del jazz y el soul, la improvisación del free jazz, hasta las acciones contemporáneas de luchas y militancias sociales, políticas y ambientales.