Una de las claves fundamentales del pensamiento de Marilia Aisenstein es la cercanía con la que habla de sus pacientes, el cariño que nos comunica al elaborar las viñetas clínicas, desde la cuidadosa elección del nombre ficticio, hasta las numerosas referencias literarias que lo acompañan. Su calidez clínica anima su forma de escribir, en parte, tal vez, por la necesidad de afectivizar el discurso inafectado de los pacientes psicosomáticos.
Cuando el afecto está ausente en el discurso del paciente, el trabajo del analista es el de traducirlo y ponerle palabra. Así, Aisenstein lo lleva a cabo no sólo durante la sesión con su paciente, sino también a la hora de transcribirlo, en el texto y transmitirlo a sus lectores, siendo este libro una muestra de ese trabajo. El enigma del placer del displacer, el enigma del dolor como función psíquica, el enigma de porqué algunos pacientes cuando parecen mejorar, empeoran, entre otras cosas, es de lo que trata este libro.