El mundo de Marosa di Giorgio está todo hecho de transformaciones, de sorpresas, de pasajes fluidos entre lo humano y lo animal; oscila entre el cuento de hadas y la alucinación, y lo preside una imperturbable cortesía que no excluye la ironía o la crueldad. En sus poemas no es infrecuente que la niña que los cuenta tenga amores con un caballo, o un caracol, o una bruja, y dé a luz de inmediato un huevo grande de hule verde, o pequeño de porcelana roja; salir volando, o morirse toda las noches, o ser un nardo, no llama la atención. Sus relatos eróticos de la última época (que son realmente eróticos, con una exaltación de libertad que no suele tener la literatura erótica convencional) no difieren mucho de su obra anterior; de hecho se diría que toda su obra confluye hacia el erotismo.