La protagonista de El mar está lleno de medusas no leyó bien las letras chiquitas del contrato de la adultez y ahora se dedica a recoger los restos de un amor que se suponía que iba a durar para siempre, en medio de un confinamiento mundial. Con la firme esperanza de reencontrarse consigo misma, comienza a armar la historia de la década de sus veinte años para conocerse en la versión de sus treinta. Esta es una historia entrañable sobre crecer y todas las cosas que salen mal en el intento: un primer trabajo y una primera historia de amor adulta; una boda y un divorcio; muchos sueños rotos, pero también la fuerza para salir adelante, reinventarse, reírse de sí misma y comenzar de nuevo gracias a los libros y a los abrazos de las amigas.