La doble moral impera, y aunque la prostitución existe, no se quiere ver. Pero además, una prostituta autoafirmada como tal y visible, desmonta el imaginario patriarcal.
El prisma de la prostitución comprende un conjunto de artículos que abarcan doce años de activismo y fueron escritos «a pie de tajo», en las más variadas circunstancias y países. Su estructura es un fiel reflejo de lo anterior, y el cuerpo teórico que forma el conjunto de todos ellos será sin duda de gran interés, estimulará la reflexión y dará lugar a numerosos debates, a acuerdos y discrepancias.
A pesar de que el libro fue publicado en 1996, una época en la que la interseccionalidad empezaba a ser reconocida en el feminismo, su mirada incorpora plenamente otros ejes de opresión como son la clase, el racismo y la xenofobia. De hecho, parte de que el estigma de la prostitución, en tanto instrumento de control sexista, se ve reforzado a menudo por el racismo y la xenofobia como formas de control de la migración.
La realidad en nuestro país da bastantes datos de que esto es así. Pero lo más preocupante es que un sector del feminismo reproduzca y refuerce este estigma negando la capacidad de decisión de las mujeres migrantes porque son pobres o vulnerables y olvidándose de la capacidad de agencia que todo el mundo tiene, aunque esta capacidad se mueva entre límites muy variados según sean nuestras condiciones de vida. Esta posición es profundamente clasista y elitista. En cualquier caso, el feminismo debería apoyar la autodeterminación de las mujeres apostando por ampliar los límites estructurales en los que habitamos y apoyando las decisiones individuales de las mujeres que buscan ampliar su autonomía.