Con El río, segunda novela de Débora Mundani -la primera había sido Batán-, mención especial en el Premio Literario Casa de las Américas 2015, la editorial Corregidor lanza su prometedora colección "Narrativas al Sur del Río Bravo", dedicada a la publicación de autores latinoamericanos contemporáneos. La historia comienza con un hombre que regresa a su casa -una de esas clásicas, de madera, de Tigre- y encuentra a su madre muerta. Comprende que llegó el momento de cumplir la promesa que le hiciera en vida: que va a devolverla a Trinidad, el pueblo en la frontera de Entre Ríos con Corrientes, donde ella nació y se crió y donde dejó a sus hermanos, a uno de los cuales, Nito, parece recordar con tanta intensidad que, en los últimos tiempos, hasta confunde a su hijo con él. A pesar de la amenaza de tormenta del sudeste -o Sudeste, a secas, como la llaman los isleños-, Horacio se embarca río arriba con la única compañía del cuerpo sin vida de su madre. A medida que remonta el río, el relato va remontando, también, la tradición que a lo largo de los años hizo del río Paraná un espacio fuertemente literario. En lo poético de las descripciones del río en la zona del Delta, resuenan los versos de Diana Bellesi; por su parte, Horacio recuerda a los isleños solitarios de Haroldo Conti -a quien pertenece, de hecho, el epígrafe que abre el libro, "El río es memoria"- y no por nada el Sudeste acompaña, a la vez que dificulta, su travesía. También, en El río, el Delta es un escondite de fugitivos, como lo fue para Rodolfo Walsh. Más adelante, a medida que Horacio avanza río arriba con su embarcación, aparecen el poeta entrerriano Juan L. Ortiz, las aguafuertes en que Roberto Arlt pintó el Paraná y, por supuesto, Juan José Saer y su zona, tan fluvial. Pero también es posible detectar, en la historia de los asentamientos yerbateros de Misiones, de la explotación y el continuo endeudamiento de los jornaleros, ecos de la dramática historia de "Los mensú", de Horacio Quiroga.