Llega la poesía de Paula Bozalongo con la urgencia de la juventud y la serenidad de su madurez. Dos planos en permanente contrapunto: el frío del invierno, y el calor del amor para combatirlo. La gradación del frío, de la soledad, del llanto es inevitable. Nos transporta a través de la sugerencia a que imaginemos que hay recursos inteligentes y vida detrás de las cicatrices. Es una poesía que habita y pasea por las calles. Toca el suelo y trata de no tropezar. Es donde se entremezclan la realidad y el deseo. La vida se empaña en un instante pero hay una luz.
Carmen Canet