Soy la única que queda viva. La búsqueda de Frida Kahlo para la investigación que fructificó en la edición del libro Frida El Pincel de la Angustia (1987) constituyó una hermosa aventura que tuvo elementos de trabajo policíaco y de consulta siquiátrica. No supe entonces cuan afortunada había sido la decisión de iniciar el trabajo a principios de la década de los ochenta, precisamente el día primero del año 1981, cuando aún vivían miembros de su familia, amigos y amantes cuyo testimonio enriqueció enormemente la documentación volcada en el libro y que han desaparecido ya.
En la versión impresa poco quedó de los personajes secundarios que participan brevemente; su presencia se entreteje en el texto pero fue imposible darle a cada uno el espacio necesario para comprenderlos mejor. Sus recuerdos, sus prejuicios, sus certezas, quedaron guardados entre los doscientos que fui coleccionando a lo largo de años. Cada uno constituía una historia completa que este libro rescata décadas después y completa con la investigación de lo que aconteció con ellos en los años siguientes a la publicación del libro. Es gracias al interés de cada una de estas vidas que el rescate trasciende el ejercicio de la nostalgia.