La cama, lugar del dormir, es donde se puede morir. Un cuerpo en la intimidad se sabe demasiado vulnerable. Ante la ausencia de una mano amorosa que nos guíe hacia sus aguas, el sueño se ausenta y en lugar de dormir, el miedo y la memoria evalúan juntos la potencia letal de los elementos. De esos y otros desvelos están hechos estos poemas. Pero también están hechos de palabras, de diálogos, del azar esperanzado al migrar entre dos ciudades. El presente del poema se lanza al futuro por la promesa, al pasado por el recuerdo y a lo posible sin realizar, clausurado con la muerte. O con el perdón.
Consuelo Iturraspe trabaja el arte conciso de la poesía narrativa hasta la perfección, hasta que en su hondo diamante destellan las iridiscencias líricas de la ambigüedad y la metáfora. Si hay un futuro para la lengua, lo cobijan estas páginas.