En la concreta circunstancia histórica de la Gran Bretaña del siglo XVIII, Hume defendió un gobierno libre, basado en una división de poderes que hiciera posible el gobierno de las leyes y no de los hombres, y la libertad entendida como lo contrario de la coerción. Pero su propio método antidogmático, reacción a la búsqueda de un ideal político definitivo, le conducía a pensar que no hay certeza de lo que a la humanidad puede deparar un gran cambio en su educación, sus costumbres y sus principios, ni evidencia de que el futuro tenga que conformarse al pasado.