Habitar y migrar no se oponen, como diría el sentido común, y en cambio debe reconocerse en cada migrante la figura del "extranjero residente", verdadero protagonista del libro.
Atenas, Roma, Jerusalén son los modelos de ciudad examinados, en un magnífico fresco, para interrogarse acerca del tema decisivo de la ciudadanía. En la nueva era de los muros, en un mundo salpicado de campos de internamiento para extranjeros que Europa afirma mantener a sus puertas, Di Cesare sostiene una política de la hospitalidad basada en la separación del lugar en el cual se reside, u propone un nuevo sentido del cohabitar.