El patriarcado no da tregua y sigue fuerte. Busca nuevas formas de mantener la sumisión de las mujeres. La violencia continúa siendo su principio fundante. Debemos apuntar hacia los Estados como formas para reproducir la violencia y la desigualdad en su propia configuración. Despatriarcalizar el Estado no consiste en incluir mujeres. Esto, en todo caso, corrige un déficit de representación. Consiste en romper el contrato sexual. Asumir que seguimos manteniendo las esferas de lo público y lo privado. Que nosotras, las mujeres, seguimos encargándonos de lo privado como mandato de género y que, nosotras mismas, seguimos desvalorizándolo. No tenemos el reconocimiento en lo público y, en lo privado, el reconocimiento se convierte en una trampa porque la dicotomía sigue presente en nuestra sociedad. Tampoco queremos firmar el contrato social para expropiar a los seres humanos y la naturaleza, acrecentando la pobreza y la desigualdad, así como la destrucción ambiental. Queremos romper el contrato sexual para poder pensar otras visiones del mundo menos dominadoras y destructivas. Los conceptos no compiten entre sí. Son complementarios. Hoy proponemos feminicidio porque las palabras importan.