En esta obra pionera, Sara Ahmed demuestra que los estudios queer pueden servirse de la fenomenología y hacerlo de forma productiva. Centrándose en la «orientación» para referirse también a la «orientación sexual», se pregunta qué significa que la sexualidad esté orientada en la dirección del deseo, si se trata de cómo habitamos los espacios. También se centra en el «oriente» del «orientalismo», fijándose en que oriente sólo existe para la mirada occidental, creando no sólo un mundo social sino también procesos de racialización. Ahmed analiza así qué significa para los cuerpos estar situados en el tiempo y en el espacio. Los cuerpos toman su forma cuando se desplazan por el mundo, dirigiéndose hacia los objetos y hacia los otros, o alejándose de ellos. Por tanto, estar «orientado» significa sentirse en casa, saber dónde se está, o tener ciertos objetos al alcance. Las orientaciones determinan lo que está cerca del cuerpo o lo que puede alcanzarse. Una fenomenología queer demuestra que las relaciones sociales están organizadas de forma espacial, de manera que lo queer subvierte y reordena estas relaciones, al no seguir los caminos convencionales. De esta manera, una política de la desorientación coloca otros objetos a nuestro alcance, aquellos que, a primera vista, podrían parecer desviados.