Mucho se ha hablado de la educación formal como un factor importante en la movilidad social de las personas más desfavorecidas de la sociedad. Entre éstas se encuentran las mujeres, que por siglos vieron desfilar a sus hermanos hacia proyectos de vida propios mientras que ellas tenían como únicas opciones de vida el matrimonio y/o el cuidado de la casa. Esto ha ido cambiando con el tiempo y ahora las mujeres tienen acceso a prácticamente cualquier opción profesional que ellas elijan, por lo menos en el papel. En las décadas de los años cincuenta y sesenta, época en que las clases medias de nuestro país confiaban en su posibilidad de superarse, cuando las mujeres entraron en forma más definitiva a espacios de educación superior, antes dominados por los hombres, entonces todas las esperanzas fueron puestas en la educación, vista como el camino más seguro hacia la equidad de género, por su posibilidad de garantizar ingresos propios y desarrollo personal para las mujeres. No hay que negar que el saber leer y escribir y asistir a centros de educación superior ha permitido a las mujeres hacerse una vida propia. En comunidades rurales, saber leer y escribir puede significar acceso a un programa de crédito, liderazgo en una organización, y/o la oportunidad de desarrollar otras aptitudes. Asimismo, aún en tiempos de crisis, una mujer que termina una carrera puede pensar en obtener empleo y si tiene suerte, incluso ganar un salario decente haciendo lo que aprendió a hacer en una Universidad. Sin embargo, la historia no termina aquí. Después de un par de décadas de celebrar la educación formal para las mujeres, aún podemos constatar que ellas tienden a concentrarse en determinadas disciplinas (ciencias sociales y humanidades), ganar salarios más bajos que los hombres, no ser promovidas al mismo nivel que ellos, interrumpir su vida profesional para cumplir con sus responsabilidades como madre y es posa, etc. Es decir, la batalla aún no ha sido ganada. Los textos que se presentan aquí son testimonios obtenidos de tres países, Estados Unidos, Inglaterra y México y que presentan esta problemática.