Gran parte de los actuales debates sobre la migración aluden a cuestiones relacionadas con la religión y la cultura. Estos debates no son nuevos, comenzaron hace más de un siglo y los argumentos usados eran similares a los de hoy, aunque entonces la categoría de raza marcaba la diferencia entre las sociedades de origen y las de destino. La diversidad humana se explicaba a partir de factores biológicos que hacían de las diferencias algo tan natural que pocos dudaban que el género humano estuviera dividido en razas, y entre estas había unas mejores y otras peores. En ese entorno, los gobiernos en los países de recepción diseñaron y reforzaron dispositivos para controlar y regular el ingreso de inmigrantes con fines de selección o de manifiesta prohibición. México no fue la excepción en un mundo en el que las argumentaciones raciales impregnaron las políticas de inmigración. Por el contrario, la apología del mestizaje como parte de un combate frontal a la heterogeneidad étnica colocó la categoría de raza en el centro de controversias sobre los beneficios de abrir las puertas a la migración extranjera. Este libro busca dar cuenta de estos asuntos y puede valorarse como un esfuerzo por ensanchar marcos conceptuales y repertorios temáticos en las aproximaciones a la historia de la migración extranjera en México. Los trabajos aquí reunidos son exploraciones que con las herramientas de la historia política y social, pero también jurídica y cultural, hacen posible reconstruir procesos históricos sin eludir sus contradicciones y ambigüedades. Se trata de estudios interesados en explicar la persistente presencia de argumentos raciales en el complejo entramado de normas, prácticas y percepciones que regularon el encuentro entre propios y extraños.