El migrante es el grado cero de la modernidad. No es una condición económica, una calamidad o una aberración, sino la base sobre la que se sustentan los derechos de la persona. Es el nudo gordiano al que todos estamos atados, si en verdad consideramos como tales nuestros derechos. Ius migrandi define las tipologías del errante en su deambular por la historia europea desde los marranos hasta el horror nazi, del que nunca estaremos a salvo.
«A pesar de la manipulación más o menos sutil o descarada de los medios de comunicación, el trato reservado a los presos "talibanes" deportados a la base estadounidense de Guantánamo representa una especie de Auschwitz en miniatura. La pregunta es, una vez más, si el calificativo de "terrorista" gracias al cual se justifica la pérdida de cualquier derecho elemental, no sirve más bien para recrear, o para extender aún más, aquella figura del apátrida descrita dramáticamente por Arendt como un individuo privado incluso de los derechos humanos, precisamente por no poseer una nacionalidad reconocida y garantizada internacionalmente.»