En el progreso de la modernidad, el iluminismo de la razón se ha desprendido del saber de la vida. Los modos de comprensión, de conocimiento y de intervención del mundo han construido un mundo insustentable, alejado de las condiciones termodinámicas y ecológicas de la biosfera, inconsciente de la condición de la vida humana. La crisis ambiental es una encrucijada civilizatoria: lleva a deconstruir la racionalidad de la modernidad y a reconstituir los modos de habitar el mundo desde los potenciales negentrópicos de la biosfera y los sentidos existenciales de los pueblos de la tierra. La sustentabilidad de la vida llama a construir otro mundo, en el que puedan convivir diversos modos de ser en el mundo, fundado en una ontología de la diversidad, una política de la diferencia y una ética de la otredad. La racionalidad ambiental deconstruye la tradición sociológica inscrita en el logocentrismo de la ciencia y la racionalidad tecno económica globalizadora de la modernidad que destina al mundo hacia la muerte entrópica del planeta. La reflexión de la modernidad se abre a un diálogo de saberes en el encuentro con la diversidad cultural para fundar una sociología de la vida. La imaginación sociológica indaga los imaginarios culturales de la sustentabilidad de la vida inscritos en el cuerpo social que buscan emanciparse de la voluntad de dominio que degrada a la naturaleza y subyuga los saberes de los pueblos. La resistencia cultural desencadena un movimiento social de rexistencia que se inscribe en la inmanencia de la vida. La dialéctica social se expresa en el campo de la ecología política para territorializar la ontología existencial de los pueblos de la tierra en nuevos mundos de vida. En los imaginarios sociales y la imaginación sociológica de los territorios del Sur late una Apuesta por la Vida.