Como sucede con muchos de nuestros valores tardíamente rescatados, o apenas conocidos, sorprende que los artículos sobre «La educación científica de la mujer», publicados por Hostos en 1873, no hayan sido estudiados y difundidos como merecen. El olvido, inexplicable con el empuje del feminismo actual, obliga a preguntarse si los viejos prejuicios en que se ha venido afirmando la situación inferior del sexo femenino en la sociedad, siguen en vigencia todavía.
Al comparar las ideas hostosianas sobre este punto, con las de otros ensayistas de indiscutible influencia en la historia del pensamiento occidental, se hace más insólita la posición del puertorriqueño. Como se verá en el análisis que sigue, la postura de Hostos contra la injusta situación que impedía a la mujer desarrollar sus potencialidades, rebasa los principios krausistas que sirvieron de base al fundamento ético que dirigió siempre las acciones del escritor. Por otro lado, la posición del antillano sobrepasa también los principios positivistas en que él dice fundó estos ensayos, al rechazar las definiciones esencialistas -del mismo Comte- para fijarse en las fuerzas culturales que causaban esa condición de inferioridad social.
Comte, el fundador de la sociología y el método positivista, concede a la mujer un desarrollo mayor de la «sociabilidad» y la «simpatía», pero afirma consistentemente su inferioridad de inteligencia y de razón. A su vez, Herbert Spencer, principal divulgador de Comte y admirado por Hostos, aunque piensa que es justo darle a la mujer mayores oportunidades profesionales, repite la noción, popular en la época, de que la función reproductora disminuye el intelecto femenino, y reitera la inferioridad mental del sexo.
Contra estas reputadas opiniones, Hostos sostiene rotundamente en los ensayos que aquí se publican, que «la razón no tiene sexo», y llama a educar en forma adecuada a la mujer para que pueda crecer como ser hu
«la razón no tiene sexo», y llama a educar en forma adecuada a la mujer para que pueda crecer como ser humano cabal. Esto, para el puertorriqueño, significa considerarla como ser racional y no mero vehículo para la prolongación de la especie. En oposición a las nociones más divulgadas de su tiempo, Hostos sostiene que «la mujer, antes que amada, antes que esposa, antes que madre, [...] es un ser racional que tiene razón para ejercerla y conocer la realidad que la rodea». Impedirle a la mujer desarrollar su razón es para el ensayista «matar una parte de su vida».
La actitud progresista de Hostos supera también la de dedicados estudiosos que lucharon por mejorar la situación social femenina, como son John Stuart Mill en Inglaterra, y Concepción Arenal en España. A diferencia de ellos, que muestran renuencia a la participación de la mujer en la vicia política, el antillano no sólo alienta el papel femenino como ciudadana, sino que ve su intervención en la cosa pública, como crucial para elevar la situación general de las repúblicas hispanoamericanas.
La mejor manera de probar lo inusitado de la posición sostenida por Hostos, sea quizás anotar los pronunciamientos que sobre la condición de la mujer hizo otro gran pensador latinoamericano. Nos referimos al mexicano Antonio Caso, que en 1938 escribió algunas páginas sobre el tema. El autor de, entre otras obras, La persona humana y el estado totalitario (1941), publicó en El Universal de México del 4 de noviembre de 1938, el artículo titulado «Feminismo v fisiología». En él, Caso ratifica conceptos pseudocientíficos del doctor Alexis Carrel diciendo que la mejor duración de la vida del ovario produce la manifiesta inferioridad de la mujer con respecto al hombre, cuyo órgano masculino permanece activo hasta la senectud. De aquí que el ensayista se oponga «a las teorías contemporáneas que producen la decadencia de la cultura» -como el feminismo- pues ellas se opondrían a la «majestad» de la acción femenina en los destinos de la humanidad, la majestad, casi es innecesario decirlo, se refiere naturalmente a la maternidad. Siguiendo lo que cree impecable data científica, el mexicano afirma que si la función maternal no se realiza, el organismo femenino se atrofia. Este «no puede lograr su pleno desarrollo fisiológico y psicológico, sino en función de la maternidad».
Como en otras áreas -la esclavitud y el colonialismo, por ejemplo- Hostos se empapó de las corrientes filosóficas y científicas en boga, pero su independencia de espíritu y su sentido de justicia, le impidieron seguir a ciegas lo que obviamente atentaba contra la dignidad del ser humano en general, y de la mujer en particular.