Se trata de un lúcido esfuerzo por situar a Cage como uno de los grandes genios de la
música contemporánea que revolucionó la manera de concebir y escuchar música, siempre con el ánimo de desautomatizar nuestra percepción reduccionista y narrativa de la composición, y liberar así al sonido de todas sus representaciones, de todos los acuerdos con un sentido previo. Para poder escuchar, al fin, y dejar de pensar.
«La escucha oblicua. Una invitación a John Cage» trasciende con creces el ámbito estrictamente musical, pues explora las relaciones de Cage con otros artistas, como el coreógrafo Merce Cunningham o el director de teatro Robert Wilson, y otras disciplinas, y cómo todos estos intereses y conexiones confluyeron para formar parte de su filosofía y obra musical.