La mujer y el trabajador tienen de común que son seres oprimidos desde tiempo inmemorial. A pesar de las modificaciones que ha sufrido esta opresión en la forma, se ha mantenido invariable. Lo mismo la mujer que el trabajador, es rareza que en el largo decurso de la historia hayan llegado a tener conciencia clara de su servidumbre, y menos aun la primera, porque estaba colocada a más bajo nivel que el obrero, porque ha sido y es aún considerada y tratada por este como á un ser inferior. Una esclavitud que dura centenares de generaciones, acabase por convertir en costumbre, haciéndola parecer "natural" á ambas partes la herencia y la educación. De este modo se ha habituado la mujer á considerar tan natural este estado de inferioridad, que cuesta trabajo persuadirla de lo indigno de su posición presente, y de que debe aspirar a ser en la sociedad un miembro investido de iguales derechos que el hombre su igual en todos conceptos.