Pese a la existencia de una danza generacional, tecno-lógica y de contenidos entre los medios de comunicación tradicionales y emergentes de la que somos partícipes y espectadores en la actualidad, cuando se trata de los discur-sos y representaciones mediáticas de las mujeres, poco ha cambiado. En ellos con frecuencia se reproduce una imagen de la mujer anclada en papeles y roles tradicionales, se les sigue colocando de forma casi exclusiva en las actividades de servicio y cuidado, se continúa presentando el amor y la maternidad como sus principales intereses de vida, y se les muestra como mujeres consumistas y super?ciales constantemente preocupadas por su aspecto físico. A las mujeres se les muestra una y otra vez como simples objetos hipersexualizados para el consumo masculino, se normali-za, naturaliza e incluso promociona la violencia machista, la violación y el femicidio; se exalta la explotación sexual, se estigmatiza a las mujeres pobres, y se condena, excluye, rechaza y sanciona a las mujeres racializadas y lesbianas. Ante ello, surgen y sobreviven algunas propuestas mediáti-cas que problematizan los fenómenos sociales que afectan a las mujeres, en apariencia menos sexistas, más críticos de la desigualdad, la discriminación y la violencia, algunos de ellos capaces de incorporar personajes transgresoras de los mandatos de la feminidad y de la heterosexualidad obligatoria; no obstante, esto siempre se da en condición de desventaja frente al masivo alcance de lo estereotípico y estigmatizante; en un escenario mediático donde el sexis-mo y el feminismo, más que confrontarse, constantemente dialogan y convergen.