Esta obra se ocupa de la creación musical en uno de los periodos más fértiles y populares de su historia, el que va del Congreso de Viena en 1815 a la irrupción de la modernidad en los años noventa del siglo. A lo largo de sus capítulos, el autor traza una compleja red de relaciones en las que están implicados compositores, intérpretes, editores, tradiciones orales, el público (o, mejor, los públicos), ciudades y naciones. Entre los temas a los que dedica especial atención se cuentan la implicación de la clase media en el ámbito musical, el rico pero esquivo concepto de romanticismo, el culto al virtuosismo interpretativo y el equilibrio, en continua transformación, entre intereses musicales y comerciales. Todo ello pone de relieve, frente a visiones reduccionistas y simplificadoras, la naturaleza poliédrica y la riqueza de análisis de una época sin la que no podríamos entender el modo en que hoy concebimos la práctica y el consumo de música.