Pocos libros de cuentos son escritos a partir del tono, desde el tono. Y esto que es una rareza, y sin duda un mérito, constituye la clave de La sequía, el volumen de Elena Moncayo (Ciudad de México, 1987) donde la voz toma una relevancia crucial: la voz es todo el relato. Hay distintos tipos de personajes y distintas historias, por supuesto, pero sobre todo prevalece el ritmo y el desasosiego a la hora de contar. Con una oralidad cercana a la calidez, con personajes que, en su introspección, son niebla-densa, figuras-de-borde-extraño, la voz que articula estas historias se anima también a hablarnos de tú, a invocar, a usar la segunda persona. Y esto la profundiza. Esto testimonia su orfandad y su violencia.