¡La tierra no se vende! ¡Se ama y se defiende! Es una
consigna que encontró su razón de ser en la férrea oposición de las comunidades campesinas y sectores populares a esas políticas privatizadoras del régimen. Pero es algo más que eso. También refleja la visión que las comunidades campesinas y los pueblos indígenas tienen de la tierra y su voluntad de seguirla manteniendo. Con ella nos dicen que para ellos la tierra no es una mercancía que puede venderse al mejor postor, sino su madre, la que les dio la vida, a la
que tienen que mantener como ella los mantiene a ellos; a la que tienen que cuidar para que esté sana porque de su salud depende la de ellos; de la que salieron y a la que algún día tendrán que volver. Cada vez que lanzan la consigna nos recuerdan que ellos no explotan irracionalmente la tierra y sus recursos naturales, usan los que necesitan para
satisfacer sus necesidades, pues bien saben que la tierra no les pertenece, son ellos los que pertenecen a ella. Esa es la razón por la que reclaman se le valore como el lugar de donde se obtienen los alimentos que consumimos, el agua que tomamos, el oxígeno que respiramos, el paisaje que disfrutamos, en fin, la cultura que los identifica.