Los últimos tiempos nos han colocado ante una evidencia ya innegable: el inmenso poder que acaparan las empresas transnacionales en el marco del modelo neoliberal y su disposición para violentar incluso los sistemas democráticos, además de los derechos humanos individuales y colectivos. Y todo ello con el único fin de conseguir el máximo de poder y beneficios.
Ese irrespeto evidente a los derechos políticos, sociales, económicos y culturales, desde la imposición de un modelo extractivista descontrolado, alcanza también a los derechos de la naturaleza, aquellos que tienen que ver con el expolio, explotación y destrucción de esta. Empezamos así a entender mejor la estrecha relación que, aunque negada por las élites económicas y políticas, hay entre las actuaciones de estos poderes y las múltiples y diversas violaciones de los derechos humanos y de la naturaleza. Violaciones que nos abocan hacia una crisis del modelo de desarrollo y del sistema capitalista que ya no se puede negar ni ignorar y que, por lo tanto, deberíamos afrontar de forma urgente, si no queremos arrastrar a las generaciones futuras hacia situaciones cercanas a la inviabilidad absoluta de una vida digna y justa para todas las personas y pueblos en este planeta.