No hay razón particular para que la violencia sea regresiva. Por lo contrario, puede aparecer y extenderse en el seno de innumerables espacios, sea ya del lado de la razón, lo que la hace un instrumento movilizado por los actores para quienes constituye un recurso y una fuente, es decir, un medio para llegar a los fines, tanto como del lado de las identidades o de la religión, que vienen a acompañar, a veces sin límites, las demandas o las aspiraciones. Además la violencia también puede encontrar su camino en el desgarramiento que, precisamente, hace cada vez más diícil la articulación de los registros dicotómicos constitutivos de la modernidad, sin importar la manera en que los designemos: el esíritu y el cuerpo, la razón y las pasiones, la acción y el ser, la instrumentación y las identidades, el universal y el particular.