Leo estos poemas de Florencia Minici, como quien cae en una trampa. Quiero decir, me dejo llevar por la fuerza de su desapego, el ritmo que no falla, el filo, siempre atento, de su inteligencia, que sigue un afluente doble: visible e invisible a la vez. Soy atraído, arrastrado por la corriente de esas imágenes que avanzan, una detrás de la otra, en un orden incorruptible y, aparentemente, sin vacilación. Gomo si me estuviera revelando un mundo del que no podría enterarme, ni conocerlo, si no fuera por el auxilio de su mirada milimétrica. Viajo a través de ese río a una velocidad inalterable, continua, interrumpida apenas por el jadeo de la respiración que se detiene al cortar un verso, al formular una sentencia, transportar una información objetiva. Osvaldo Bossi