Frente a los movimientos sociales que consideraban la Cultura como un templo que el obrero tiene derecho a alcanzar, la propuesta anarquista se singularizó por negar que de la Cultura establecida, producida y difundida por la burguesía, se pudiera obtener algo positivo para la emancipación de la clase obrera.
Para lograr esto había que crear un modelo cultural propio, totalmente al margen del existente, con nuevos conceptos y procesos de gestión de "lo cultural" y el conocimiento. Aún más, la revolución cultural debía preceder a la social: sólo así vendría para quedarse. Conocer a fondo la realidad para poder transformarla. De ahí la entusiasta explosión de editoriales y publicaciones marginales que se promovieron en las primeras décadas del S.XX, cuyo entusiasta fulgor entusiasmó incluso a la izquierda republicana en un momento crucial para nuestra historia. Leer en Rojo analiza las editoriales y las publicaciones en aquel periodo de excepción cultural en el que los libros habían de ser la argamasa sobre la que se edificara un Nuevo Mundo.