Después de la contundencia de El señor Fischer, último libro de Ana Solari, todo podía parecer banal. Tal vez por eso, en Los geranios, decidió indagar un realismo sucio que recuerda al de su primer libro, Cuentos de diez minutos (1991). Ahora hay un pueblo y unos personajes que parecen salidos de una película o de un sector del cuento breve norteamericano. La voz de un narrador invisible adopta la perspectiva de la protagonista, una muchacha rebelde y paradójica, que a través del sexo y la bebida intenta superar la deslealtad del padre que la abandonó. Junto a la hermana enamoradiza, la madre inoperante, el novio inadecuado y pocos personajes más, la módica tragedia familiar, dispuesta con talento por la autora, consiente chispazos de humor y la sospecha de un modo de belleza que admite ver las cosas desde otro lugar.