En los últimos años, hemos pasado de celebrar la posibilidad de una participación de la gente común en la política a casi dimitir de ella. ¿Cómo salir de la crisis de la democracia? Necesitamos distancia histórica para comprender que existen otras maneras de plantear el gobierno del pueblo y claridad acerca de cuál es el mecanismo de la democracia que queremos poner en práctica. ¿Conseguiremos evitar caer en los brazos del fetichismo, tomando como evidentes e incuestionables las divisiones y los especialistas políticos?