Las recientes ediciones de Los sentidos del trabajo en Inglaterra y Portugal[1] me dieron la posibilidad de hacer una breve actualización de algunas ideas centrales presentes en Los sentidos el trabajo. Esto, porque en los últimos años hemos entrado en una nueva era de luchas sociales. Los ejemplos de Grecia, Italia, Francia, Inglaterra, España, Portugal, Estados Unidos, para limitarnos a algunos países del Norte de Occidente, son significativos. Luchas que tienen un contenido por cierto heterogéneo, polisémico, pero que también revelan claras conexiones entre los temas del trabajo, la precarización y el desempleo, haciendo aflorar las ricas transversalidades existentes entre clases, género, generación y etnias, temas que son centrales en estas luchas.
Si la crisis estructural del capital viene ampliando significativamente las diversas formas de precarización del trabajo e intensificando el desempleo, el escenario rico, emblemático y complejo que queda al descubierto es el de la mundialización de las luchas sociales.
Sin retroceder mucho en el tiempo, podemos recordar las explosiones que se produjeron en Francia, a fines de 2005, con un enorme contingente de inmigrantes (trabajadores pobres, sans-papiers) y la destrucción de miles de automóviles (símbolo de la sociedad del siglo XX) así como las manifestaciones, en el inicio de 2006, de los estudiantes y trabajadores que luchaban contra el Contrato de Primer Empleo.
Con el agravamiento de la crisis, en el viraje de década, la temperatura social aumentó: en Grecia se realizaron muchas manifestaciones, repudiando las recetas del Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional que beneficiaban a las grandes corporaciones financieras. Y la moderna polis griega presenció una nueva rebelión del coro.
Vinieron después las revueltas en el mundo árabe: cansados del binomio dictadura y pauperismo, los tunecinos iniciaron la era de las rebeliones que se extiende hasta el presente. Los vientos rápidamente soplaron hacia Egipto, con las manifestaciones plebiscitarias día y noche en la Plaza Tahir conectadas mediante las redes sociales, exigiendo dignidad, libertad, mejores condiciones de vida e, inicialmente, el fin de la dictadura de Mubarak.
En Portugal, estas luchas pasaron a ser emblemáticas: en marzo de 2011 explotó el descontento de la "geraçao à rasca[2]. Miles de manifestantes, jóvenes e inmigrantes, precarizados y precarizadas, desempleados y desempleadas, expresaron de manera vívida y cristalina su monumental descontento. El Manifiesto del Movimiento Precari@s Inflexíveis, ofrece una primera sintomatología del marco de las luchas sociales en Portugal (y en varios países) actualmente:
Somos precarios en el empleo y en la vida. Trabajamos sin contrato o con contratos de muy corta duración [
] Somos operadores de call-center, temporarios, desempleados, [
] inmigrantes, interinos, estudiantes-trabajadores... No entramos en las estadísticas. [
] No tenemos vacaciones, no podemos embarazarnos ni enfermarnos. Derecho de huelga, ni en sueños. ¿Flexiseguridad? La "fléxi es para nosotros. La "seguridad" sólo para los patrones. [...] Estamos en la sombra pero no callados. [
] Y con la misma fuerza con que nos atacan los patrones, respondemos y reinventamos la lucha. Al fin de cuenta, somos muchos más que ellos. Precarios, sí, pero inflexibles. [3]
En 2011, en Lisboa, también pude acompañar la convocatoria de una gran manifestación de la CGTP y otros organismos sindicales y políticos, llamando a los trabajadores y trabajadoras organizados a luchar contra el deterioro de sus derechos, afectados por un monumental proceso de corrosión (también) en Portugal.
Los dos polos más visibles y más importantes de la clase trabajadora portuguesa estaban, pues, manifestándose: los precarizados, nacidos ya bajo el signo de la completa barbarie, luchan para conquistar derechos básicos del trabajo, más cerca de la primera fase de las luchas obreras en la época de la revolución industrial. Los que ya los habían conquistado, el polo de la clase trabajadora heredera del welfare state y del fordismo (lo que ocurrió a través de muchas y seculares luchas), ahora se debaten para impedir su desmoronamiento y erosión.
Ejemplos verdaderos de otra dialéctica, estos dos polos fundamentales de la misma clase-que-vive-del-trabajo, en su aparente contradicción, tienen un futuro atado e irremediablemente indisociable: en sus luchas, los primeros, aparentemente desorganizados, procuran terminar con la precarización completa que los avasalla y sueñan con un mundo mejor; los segundos, organizados, buscan evitar su degradación y rechazan su conversión en nuevos precarizados del mundo.
Como la lógica destructiva del capital es múltiple en su apariencia, pero una en su esencia, si esos polos vitales del trabajo no se conectaran solidaria y orgánicamente, la tragedia los atará con una mayor precarización y completa deshumanización. Si supieran establecer los lazos de solidaridad y sentido de pertenencia de clase, de conciencia de su nuevo modo de ser, estrechando y conjugando sus acciones, podrán, más que cualquier otra fuerza social, ser efectivamente capaces de demoler el sistema de metabolismo social del capital y su lógica destructiva y, de tal modo, capaces de comenzar a diseñar un nuevo modo de vida
El libro Los sentidos del trabajo parte de una concepción ampliada de trabajo; busca comprender su nueva morfología y sus transversalidades; señala conexiones existentes entre esas modalidades de trabajo y la generación de plusvalor y explora la hipótesis de que una nueva morfología del trabajo signifique también una nueva morfología de las luchas, de la organización y de la representación de estas fuerzas sociales. Estas tesis e ideas no podrían encontrar mejor laboratorio que el escenario actual para ayudar a comprender el papel del trabajo en este excepcional momento de las luchas sociales globales.
Termino el prefacio señalando que esta segunda edición presenta dos nuevos apéndices: La nueva morfología del trabajo y sus principales tendencias: informalidad, infoproletariado, (in)materialidad y valor y La dialéctica entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto. Ambos realzan la actualidad de las tesis centrales de Los sentidos del trabajo:
Ricardo Antunes
Agosto de 2013