Lou Andreas-Salomé murió en 1937, acosada por los nazis, gracias a su eterna enemiga: la hermana de Nietzsche. Días después, la Gestapo confiscó su biblioteca por haber sido colega de Freud, practicar el psicoanálisis, una ciencia judía y poseer muchos libros de autores judíos. Pero quedaron sus obras más de una docena de novelas y sus contribuciones psicoanalíticas, así como su copiosa correspondencia. Su memoria es la del rictus de una boca que no cede, ojos como estiletes encendidos en la gruta y la determinación de ser obra en perpetua construcción, de morder los barrotes de toda jaula.
En este libro nueve mujeres la desentierran y la ponen a hablar. Dice, habrá de verlo quien lea, cosas todavía no oídas.