Ioshua es un romántico. Por supuesto que escribe de chupar pija y tomar merca, de padres golpeadores y barrios violentos, pero el sentimiento central de su arte es la ternura, que se abre a pesar del mundo áspero que la rodea. Tiene una sensibilidad que muchas veces encuentra su vehículo en tragar leche y en ese sentido Ioshua deja algo en claro: el sexo puede ser crudo y tierno al mismo tiempo. Ioshua, además, no es cursi. Su dulzura sobrevive a las tragedias personales, familiares y colectivas. Incluso se podría decir que esa sed de amor estaba impulsada por el dolor de su historia. Ioshua también impacta por su elocuencia y sus ideas. Su perspectiva de clase ligada a la orientación sexual, su crítica a la adhesión casi unánime del colectivo LGBTI al kirchnerismo, su rechazo a la farsa gay friendly y su arenga: griten putos griten.