Lejos de la atención mediática que suele prestarse a los refugiados fruto de determinados conflictos bélicos, los movimientos de población forzados por las diferentes formas y niveles de degradación ambiental son ignorados de manera flagrante. Jesús M. Castillo define como migrante ambiental a «toda persona que abandona su territorio de residencia habitual debido principalmente o de forma muy importante a impactos ambientales, ya sean graduales o repentinos, y ya se mueva dentro de un mismo Estado o atraviese fronteras internacionales». A partir de esta definición, ofrece una detallada síntesis de las causas globales y locales, directas e indirectas, que repercuten en la vida y el futuro de poblaciones enteras en diferentes partes del planeta. La desertización, la sobreexplotación de las aguas de riego o de bancos pesqueros, las secuelas de la construcción de grandes infraestructuras, la deforestación, la subida del nivel del mar o los fenómenos meteorológicos extremos fruto del cambio climático, los impactos de las armas químicas utilizadas en las guerras, el procesamiento y depósito de residuos tóxicos o las pruebas nucleares son solo algunas causas de destrucción ambiental; todas ellas asociadas a la hegemonía del modelo capitalista de explotación de recursos.
En un mundo cuyas instituciones estatales e internacionales presumen del más alto grado de conciencia ecológica y donde los derechos humanos llenan páginas y páginas de discursos y declaraciones solemnes, nos encontramos con que más de 200 millones de personas cada año se ven expuestos a desastres naturales muchas veces consecuencia del cambio climático, del cual ellas no son las causantes, pero sí las víctimas principales. Esto está provocando un éxodo de migrantes ambientales que en la actualidad se cifra en torno a los 25-50 millones, pero que en el 2050 puede llegar a los 200 millones. Migraciones ambientales denuncia así la hipocresía y, justamente, la insostenibilidad de un orden económico y político global que ondea la bandera del desarrollo sostenible, mientras acaba con los ecosistemas y las formas tradicionales de existencia y vida en vastas zonas del planeta, de las que hace tierra quemada, muerta y despoblada.
Jesús M. Castillo (Sevilla, 1973) Licenciado en Ciencias Biológicas y profesor titular de la Universidad de Sevilla, es militante del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) y de la organización Acción Anticapitalista. Autor de numerosos artículos en revistas como El Ecologista, Quercus, Investigación y Ciencia, Studies in Plant Ecology y Environmental Encounters entre otras, ha participado también en los libros colectivos Los sumideros naturales de CO2. Una estrategia sostenible entre el cambio climático y el Protocolo de Kyoto (Muñoz Moya Editores Extremeños, 2007) y La ciudad y el cambio climático. Una propuesta para que Sevilla defina su estrategia frente al cambio climático (Bomor Consultores, 2007). En solitario, ha publicado Trabajadores y medio ambiente (Atrapasueños, 2010); Migraciones ambientales. Huyendo de la crisis ecológica en el siglo XXI (Virus, 2011) y Los negocios del cambio climático (Virus, 2016).