En la estela imborrable de Marx, Nietzsche y Deleuze, en Mirada, escritura, poder se plantean algunos de los problemas y respuestas que marcan la trayectoria del devenir occidental: ¿acaso no sucedió que la presencia de las Diferencias fue sustituida por la impostura de una diferencia que resituó en la sombra, la perversión o la inutilidad al conjunto de las otras diferencias? ¿Acaso no habrá de considerarse la Escritura como una maquinaria esencial para la funcionalidad de tal impostura? ¿Acaso el Poder no se afianza como ejercicio de una Mirada a través de la producción de una Escritura que reproduce el secular despotismo del Poder, a similar nivel que los aparatos escolar o jurídico? Pero es posible desconstruir tal arquitectura: la reivindicación y socialización de una ontología que convierta la Diferencia en marca esencial implica su explosión. Realizar las diferencias es la marca del antidespotismo que limitará la sociedad agórica.