El género es un factor crucial para la identidad propia y, en todas las sociedades, para los roles que cada individuo desempeñará y las experiencias por las que atravesará. La posición de los hombres y las mujeres en cada sociedad es un constructo social, no un estado natural. Cada sociedad y cada grupo social tiene una cultura que define los roles y las reglas de la masculinidad y la feminidad; al ajustarse a estas definiciones, todo individuo se convierte en un hombre o mujer "legítimo". El objetivo de este libro es examinar estos roles y normas para poder entender la variedad y las limitaciones de la experiencia femenina en la Latinoamérica colonial. Una monumental limitación tanto en la América española como en la portuguesa era la existencia de una organización social patriarcal. En el Nuevo Mundo tanto como en el Viejo, una clara jerarquía de género colocaba a las mujeres por debajo de los hombres. Por el derecho y por la tradición, los hombres tenían la mejor parte del poder en el gobierno, la religión y la sociedad. Además, todo hombre -en particular, un padre- era un miembro supremo de la familia. Legalmente, todos los que vivían dentro del hogar debían obedecerlo. En esta sociedad se definía a las mujeres principalmente por su género y sólo secundariamente por su etnia o clase social. En numerosos documentos coloniales, la falta de atención a la etnia o a la clase de las mujeres sugería que esos atributos eran maleables.