Nietzsche tiende a ver la modernidad con una luz de una negatividad enceguecedora, y la describe en términos del comienzo del nihilismo europeo, la inexorable propagación de la decadencia, el advenimiento de la última voluntad, el flaccido reinado del último hombre, el ocaso de los ídolos, etc. Pero el naufragio de la modernidad también tiene en él un efecto catártico y liberador que le concede una cierta libertad de los valores superlativos (aunque en decadencia) de la época. El horizonte de la modernidad puede no ser claro, pero al fin está despejado y Nietzsche espera explotar esa libertad para dejar su firma en la edad sucesora de la modernidad. Las contribuciones de Nietzsche a la política, y a la filosofía política, son en especial difíciles de considerar. No sólo asume una oposición desafiante ante las tendencias políticas generales de la modernidad, sino que también rechaza las metodologías 'científicas' que prefieren sus contemporáneos.Muy despectivo con los defensores renuentes, los ayudantes inconscientes y los autobiógrafos involuntarios que se hacen pasar por pensadores originales, nunca emprende la tarea de realizar un tratado serio y sonoro sobre política. Por estar cansado, de manera entendible, de la construcción de sistemas filosóficos, transmite sus ideas políticas mediante epigramas relámpago y proclamaciones apoteóticas que en general ignoran la pintoresca costumbre alejandrina de proporcionar evidencia, argumentos y justificaciones.Mientras sus contemporáneos celebran los triunfos del nuevo Reich o brincan con la