En No hay nadie en casa algo tan pequeño como un durazno es capaz de provocar en Isabel una incertidumbre tan grande que ni los paisajes más fascinantes del mundo pueden disuadirla de ella. En su inminente regreso a casa, donde la espera la realidad de la que quiso escapar, está el recuerdo de un examen fallido, las heridas familiares y desilusiones amorosas que hasta ese momento añoran la reconciliación. ?Reconstruir la memoria a través de la crónica siempre es un ejercicio interesante. Lo es, también, el darnos cuenta de las violencias sutiles del sistema en el que vivimos. En el texto retrospectivo de Isabel Díaz Alanís vemos, casi desdibujadas, esas discretas violencias masculinas que, sabiéndolo o no, ejercen un control silencioso sobre las personas. ¿De qué manera luchamos, día con día, contra los micromachismos?? ?J.G. Revista Plástico