Existe un amplio consenso según el cual los mercados son la forma más eficiente de organizar la producción y la distribución de bienes en economías complejas, el remedio mágico para todos los males de la burocracia y el control estatal. Sin embargo, a muchos les resulta inadmisible que el criterio de la oferta y la demanda se aplique por igual tanto al comercio de automóviles o indumentaria como al trabajo infantil, los órganos humanos, los servicios reproductivos, el sexo, las armas o las drogas adictivas. Ciertos mercados parecen atentar contra valores humanos fundamentales.