El soneto, amaestrado y traído al cautiverio de los ritmos y melodías hispanas por Garcilaso, se ha percibido desde siempre como un metro solemne y esnob. Al menos eso piensa la autora de Por qué escribo sonetos. Los sonetos pueden traer consigo melodías complicadas, encabalgamientos incómodos de leer y un montón de pretensión. Y, aun así, también pueden encerrar en sus 14 versos belleza, complejidad, ironía, sugestión y, sobre todo, un reto a resolver: como si fuera un sudoku. Este fanzine, poemario informal y manual irrelevante a la vez, acerca el Soneto con mayúscula a lo mundano, lo risible y lo insolemne.